julio 12, 2010

El sonido seco de las piedras al encontrarse se asemeja tanto al del reloj, que da náuseas. Quería tener un pequeño espacio a solas, fuera de tanta impureza -lavarme todo, incluyendo los ojos- tomando el vacío en los brazos para acariciarlo hasta descascarar su misterio. Tender mi cabeza bajo la alfombra de la tierra, sepultarme en las raíces de un árbol viejo. Beber la imagen muerta de una hoja en un libro, o imitar el aleteo dantezco del cuervo.

En vano-